La idea nació al analizar el mercado de las correas de instrumentos musicales, y ver que en su mayoría se ofrecía un accesorio sintético, anticuado y estandarizado. Había que quebrar este paradigma; permanecíamos como clientes rehenes de opciones mediocres a nivel de producto. Sin embargo, el consumidor tampoco reparaba en este aspecto, porque gran parte de la dinámica “consumer” es meramente cultural.

Hasta nuestra llegada, las correas exclusivas sólo eran de músicos consagrados, y principalmente internacionales. En nuestros viajes al exterior llamativamente tampoco encontramos propuestas interesantes, pero si algunos modelos de ticket elevado y en opciones de cuerina (en ningún caso 100% cuero). Estaba claro que modelos que poseían a “GIBSON” como marca, ya brindaban un standard de calidad, con buenas terminaciones y estéticamente cuidadas, aunque sin ningún tipo de distinción significativa. El valor de estas correas rondaba entre los 95 y 120 u$s.